Un arma de doble filo, Parte I
Una bobada pensada, en uno de tantos viajes impensados, un simple pensamiento para compartir, que es mucho más profundo de lo que pude escribir así que lo llamare parte I.
En un principio cabe aclarar que las armas son instrumentos mediante los cuales los seres vivos buscan sobrevivir a su medio, ya que estas proporcionan protección o, en su defecto, un gran poder de ataque. Es fácil hablar de las armas naturales, como las que poseen los animales; ya que en sus casos se podría decir con certeza que estas SI son usadas por instinto. Pero en el caso de las personas ¿Las usamos por instinto, necesidad o costumbre? El hablar de instintos en seres humanos es negar el ser racionales que, indudablemente, va en contra de toda lógica. por tanto, la solución más verídica es que lo hacemos por esos dos poderosos motivos la necesidad y la costumbre.
Una vez dicho esto, es mi intención hablarles de una de las armas más poderosas que tiene el hombre, la desconfianza; que si bien no es la más peligrosa, diría yo que esta entre el segundo y tercer lugar en la inmensa lista.
La desconfianza, como todas las armas, tiene la capacidad de proteger y de atacar según su propietario, y en ambos, puede ser provechosa o peligrosa en igual proporción. Pero lo que la hace única, es la forma como se hace presente en nuestras vidas. Todos, sin excepción alguna, somos directa o indirectamente amos y a la vez esclavos de nuestra propia desconfianza; y más asombroso aun, nadie puede huir de ella.
Quien diga que nunca ha desconfiado miente, ya que la primera reacción a cualquier experiencia negativa o positiva es desconfiar. Cuando cambiamos de entorno, nos caemos, nos golpeamos, somos rechazados, nos ofrecen un rico dulce, etc. En todos estos casos ganamos una desconfianza positiva, es decir, una defensa eficaz que ayuda a forjar una personalidad, a sobrepasar los obstáculos y a protegernos de posibles heridas emocionales o corporales. Esta, en su mayoría, es adquirida por la experiencia propia, cuyo único y posible dueño es el ser y es esta la más peligrosa, porque es el filo de la espada con que nos herimos a nosotros mismos, y de nosotros depende que tan profunda sea la herida.
Sanar, o desangrarse, esa es la es la elección. Quien cae una vez y decide seguir confiando en sí mismo, sana, la desconfianza se convierte en su cicatriz pero también en una ayuda para el futuro, una enseñanza. Pero quien cae y desconfía totalmente de sí mismo, no puede continuar, se desangra y hace de la que fue su guía, su propia tumba.
Norisa
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